Flamencas en la sombra
Este es el título del último disco de Montse Cortés, aparecido en 2014, y en el que tuve la oportunidad de participar como asesor artístico al lado de mi buen amigo Paco Heredia, productor y guitarrista flamenco. El proyecto surge a mediados de 2010. Es entonces cuando Paco y Montse me llaman para colaborar en la concepción del disco y la selección de un repertorio adecuado. En una primera lectura, estar «en la sombra» nos hace pensar en todas aquellas intérpretes/creadoras que, por distintas circunstancias, no obtuvieron en su momento el merecido reconocimiento o bien se disipó injustamente con el paso de los años.
En efecto, son muchas las cantaoras (también bailaoras y, más aún, guitarristas) que, fuera del ámbito de la flamencología o de los aficionados más curiosos, son desconocidas para el gran público. Y es especialmente de lamentar cuando se refiere a intérpretes que nos legaron grabaciones, cuyo reconocimiento, por tanto, no debería depender de la tradición oral, de la memoria. En este caso, son aproximadamente 95 las intérpretes que dejaron registros de cante flamenco con acompañamiento de guitarra, en cilindro de cera o en disco de pizarra. Representan un 28% del total de intérpretes, con una proporción de registros que no alcanza el 20% del total. Sucede lo contrario cuando hablamos de Copla o Canción Española, donde ellas predominan, a menudo con gran número de grabaciones (acompañadas de orquesta).
Es evidente que estos datos no reflejan la aportación real de la mujer al cante flamenco. En este sentido, es aún más lamentable que, en época reciente, la reedición en CD de la fonografía flamenca antigua se haya seguido olvidando de muchas cantaoras de gran calidad artística como La Serrana, Luisa la Pompi, La Andalucita, La Trianita, La Rubia de las Perlas, Pura Martínez, Pastora de Jerez, La Niña de Jerez, La Minerita, Rosario la Cordobesa, Encarna Salmerón, Rosarillo García, La Trinitaria, Lolita de Triana, Antonia Suárez, Manolita de Jerez, La Niña del Patrocinio, Pepita Sevilla, La Niña de Chiclana o La Coja con su Cuadro Gitano, entre otras. Incluso de una parte importante de las grabaciones de cantaoras tan extraordinarias como La Niña de Linares, La Niña de la Alfalfa o Isabelita de Jerez.
Con todo, repasando biografías y circunstancias personales, también de aquellas cantaoras que no dejaron grabaciones (o no fueron hechas con fines comerciales), me pareció necesaria una interpretación más extensa de la expresión «en la sombra», pues la reedición de la fonografía antigua, si bien en menor medida, también se olvidó de un buen número de cantaores. Y es que «estar en la sombra» alude tanto al olvido como a la desdicha, la locura, incluso la retaguardia, la custodia de la sabiduría o un refugio anhelado. Así, el disco de Montse Cortés, y con el acierto de Paco Heredia, más allá de rebuscar en la fonografía antigua -donde, sin duda, todavía hay mucho que descubrir y rehabilitar- reencuentra personas, almas, sensibilidades como La Repompa, La Marelu, Tía Anica la Piriñaca y La Tina de Las Grecas, u otras ajenas al ámbito profesional como María Peña, Rafaela de Tarugo o María la Sabina, e incluso en vivo, espantando el olvido, iluminando la memoria, nos ofrece momentos mágicos en las voces de La Charo de Los Rubios, Aurora Losada o Tía Juana la de El Pipa.
En fin, he querido tan solo comentar brevemente el concepto de esta producción musical y dejo para otro momento los apuntes sobre sus numerosas aportaciones musicales, empezando por el cante espléndido y ascendente de Montse y el exhaustivo «pantone flamenco» que ofrecen tan portentosas guitarras, con Tomatito a la cabeza. Por mi parte, os dejo aquí los siguientes versos, que figuran en el interior del disco, en los que traté de reflejar ese abanico de tonalidades de la sombra, desde las tinieblas hasta el agradable cobijo de la alameda:
La sombra no es sino donde la luz no alcanza; eterna, es su antes y después.
Flamencas en la sombra de la implacable moral decimonónica, de un matrimonio que puso el punto y final a una vida de artista.
Flamencas en la sombra del otro género, que llevó sus mismos apellidos, colmando la Historia desmemoriada y selectiva de los nombres.
Flamencas en la sombra del anonimato, por una Historia caprichosa e injusta, que ha dejado mudas tantas voces durmiendo en la pizarra.
Flamencas en la sombra de una autoría oculta detrás de la transmisión oral.
Flamencas en la sombra de la mala fortuna, de la desdicha de una enfermedad implacable o las tinieblas de la locura.
Flamencas en la sombra, eclipsadas por un astro mayor, voz que se interpuso entre ellas y el respetable, sufriendo como las estrellas al amanecer.
Flamencas en la sombra, a resguardo de la corrosiva profesión, del resplandor de un éxito efímero y traicionero, de focos que abrasan la emoción y la ternura.
Flamencas en la sombra del recelo a la vida de artista, del miedo al exilio.
***
Flamencas en la sombra, cobijando melodías, tesoros, como se guardan las reliquias en el relicario o las cartas secretas en cajitas de pequeñas llaves.
Flamencas en la sombra, entre bambalinas, en la retaguardia de poderosas pléyades armadas de temple y compás.
Flamencas en la sombra de la maternidad, arrulladas en la mejor de las lumbres, sembrando arrorrós, meciendo el cante.
Flamencas en la sombra, tomando el fresco en el patio de sus patrias, lejos del bochorno, tranquilas y en paz, fuera de las miradas ajenas y la vista de los demás.
Flamenco, idioma que se habla como se respira, lengua materna de los flamencos, que tan importante es la cuna como quién la mece.
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